Los resultados de las elecciones locales y autonómicas del domingo 24 de mayo han supuesto una nueva convulsión política en el Estado Español. El Partido Popular (PP, derecha), que gobierna con mayoría absoluta desde el otoño de 2011, sufre un golpe político extraordinario: aunque sigue siendo el partido más votado, pierde dos millones y medio de votos y, con toda probabilidad, el gobierno de regiones y ciudades importantes. El apreciable descensode los dos principales partidos, PP y PSOE(socialdemócrata), en las elecciones europeas del año pasado (hasta ese momento el voto combinado de los dos alcanzaba más del 70%, ahora está en torno al 50%) se ha confirmado.
El lento discurrir de la crisis política alcanza un nuevo punto cualitativo. La clase dominante, el aparato de estado y el partido del gobierno han intentado frenarla de diversas formas: cambio en la jefatura del Estado, contención jurídica del proceso soberanista en Cataluña, control de los medios de comunicación, represión feroz de la contestación popular. Pero no están logrando una combinación adecuada que permita la estabilidad del régimen. Las fuerzas políticas de centro-izquierda y de izquierda avanzan impulsadas por el descontento y la protesta populares, que todavía no han conseguido dotarse de los instrumentos para impugnar la totalidad del régimen político monárquico y la barbarie del capitalismo.
Los resultado electorales
Las elecciones locales tuvieron lugar en todos los municipios del país; las elecciones autonómicas, en la mayoría de comunidades, excepto en Andalucía, Cataluña, Galicia y el País Vasco.
El Partido Popular ha conseguido seis millones de votos (27 %) en las elecciones locales. Sin embargo, pierde dos millones y medio respecto a 2011 (37,50%). El porcentaje es similar al obtenido en las elecciones al Parlamento Europeo de 2014. Hay, sin duda, un desgaste del partido del gobierno, que le lleva a perder la mayoría absoluta en todos los parlamentos autonómicos y la mayoría de las grandes poblaciones, pero mantiene un número de apoyos nada despreciable.
La mayor parte del voto perdido por la derecha se dirige hacia un partido que, si bien no es nuevo, solo desde hace unos meses tiene una estructura estatal. Ciudadanos (C’s) fue creado en 2006 en Cataluña como partido de “centro-izquierda liberal” y desde entonces ha logrado insertarse en el sistema político catalán con un discurso “antinacionalista” que ha atraído a miles de antiguos votantes de los socialistas catalanes y de la derecha, sobre todo en Barcelona y su área metropolitana. La expansión al resto del estado ha sido impulsada abiertamente por sectores de la burguesía y medios de comunicación influyentes. En el camino, ha dejado marginado al otro partido de pequeño tamaño que esperaba beneficiarse de la crisis de los dos grandes, Unión, Progreso y Democracia (UPyD), y que constituía un potencial recurso del sistema político para encauzar las ansias de cambio en un sentido legitimador del régimen. Ese papel es ahora claramente el que cumplirá Ciudadanos, cuyo proyecto político se diferencia en poco del de la derecha y de los socialdemócratas, más allá de una retórica regeneradora perfectamente asimilable por la clase dominante. Ha alcanzado un 6,5% del voto en las elecciones locales, y se sitúa así como tercera fuerza política –hay que tener en cuenta que Podemos participaba en las candidaturas unitarias de izquierda en las elecciones locales, por lo que sus resultados a nivel estatal son difíciles de contabilizar.
El Partido Socialista (PSOE), aunque en menor medida, también ha perdido votos. Obtiene un 25% ( 28% en 2011; 23% en las elecciones europeas). Como en otros países, la socialdemocracia española se encuentra en una crisis ideológica profunda y es percibida por millones de trabajadores y jóvenes como el otro apoyo del régimen, sin grandes diferencias con la derecha. Desde la aparición de Podemos, el PSOE ha realizado un giro a la izquierda que no convence, con toda la razón, no solo a la izquierda social activa, sino tampoco a una parte importante de sus potenciales electores de clase trabajadora. Sin embargo, el hundimiento previsto por algunos (a semejanza de lo ocurrido con el PASOK griego) no se está produciendo: los socialdemócratas mantienen una base considerable en los sindicatos y, a pesar de las evidencias, todavía son vistos por millones de electores como el único instrumento creíble para vencer a la derecha. Esta situación puede cambiar en los próximos meses; si una izquierda ampliada organizativamente consigue unos buenos resultados en las elecciones legislativas del otoño, el PSOE puede sufrir una derrota decisiva, de largo alcance. La perspectiva de esa posibilidad se observa en los resultados en varias grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Zaragoza, Cádiz o La Coruña, donde las plataformas ciudadanas de izquierda han superado con claridad al PSOE. Este partido podrá obtener alcaldías en muchas ciudades y conseguirá el gobierno de varios parlamentos regionales, pero solo con el apoyo de la izquierda, de Ciudadanos o de partidos nacionalistas.
En Cataluña, el partido del President Artur Mas (CiU, centro-derecha) ha salido derrotado con total claridad. CiU pierde votos en cada elección, a pesar de que la fuerza electoral del soberanismo no desciende. En realidad, es precisamente este el motivo del descenso electoral continuado: los aplazamientos y compromisos del gobierno catalán empujan a los sectores independentistas hacia el centro-izquierda (ERC, Esquerra Republicana de Catalunya) y la izquierda (CUP, Candidatures d’Unitat Popular). Las prometidas elecciones anticipadas en Cataluña de este otoño no son seguras, dado el deterioro de la hegemonía política de CiU. El conjunto del sistema partidario está desplazándose: los tres partidos tradicionalmente mayoritarios (CiU, PSC –federación catalana del PSOE- y PP) retroceden en beneficio de ERC y CUP, en el independentismo, y C’s en el antisoberanismo. En Cataluña hay un giro a la izquierda tan pronunciado como en el resto del Estado, aquí ampliado por el éxito en Barcelona y otras grandes ciudades de la candidatura ciudadana de izquierda -que reúne a la izquierda, mayoritariamente federalista,en favor de la autodeterminación- y a la multiplicación del voto de las CUP.
La izquierda reformista
Los resultados de la izquierda son históricos, aunque difíciles de evaluar, en tanto las candidaturas locales unían a partidos con plataformas y organizaciones informales, de características peculiares en cada población. Puede afirmarse que, tanto en las comunidades autónomas como en los municipios, la izquierda ha logrado muy buenos resultados allí donde ha habido un acuerdo amplio.
Podemos se presentó de forma independiente solo en las elecciones autonómicas, con unos buenos resultados, aunque todavía lejos de PP y PSOE.Solo alcanza o se aproxima al 20% en tres comunidades autónomas; en el resto, está entre el 8% y 15%. Izquierda Unida (IU, dominada por el Partido Comunista) resiste la aparición de Podemos en muy pocos lugares y se encuentra en una vasta crisis. En las elecciones locales ha alcanzado el 4,7% y ha perdido su representación en varias comunidades autónomas. Los partidarios de la confluencia de toda la izquierda van ganando terreno, pero aún es fuerte el sector que defiende la existencia autónoma de IU con una identidad claramente de izquierda (frente al tacticismo populista de Podemos, que rechaza el debate político en términos ideológicos).
En las ciudades donde se conformaron “candidaturas ciudadanas”- la llamada “unidad popular”- la izquierda, en alianza con el PSOE, puede desplazar del gobierno a la derecha. Desde su nacimiento, Podemos ha insistido en incluir a los socialistas en la “casta”, es decir, los aparatos políticos del régimen postfranquista, instrumentos del capitalismo corrupto y depredador español. Se había propuesto desplazarlos para comenzar un proceso constituyente y la “recuperación” de la democracia en los marcos del estado burgués. Un proyecto reformista asumido, que incluso ha ido moderándose con el paso de los meses. Ahora, Podemos tendrá que reconsiderar su estrategia y pasar a un etapismo incierto: si la prioridad –ciertamente sentida por una mayoría de trabajadores y jóvenes- es derrotar a la derecha e impedir que gobierne, Podemos tendrá que dar un giro en su discurso y considerar al PSOE –hasta ahora un partido de la “casta” a combatir- un aliado. Los compromisos y la profundización en la moderación programática inevitables no harán más que frustrar a los miembros y votantes del nuevo partido.
Las candidaturas de “unidad popular” se dotaron de un programa de urgencia contra la crisis que incluye la defensa de los servicios públicos, la reversión de las privatizaciones y medidas para solucionar el problema de la vivienda o el desempleo. En el poder local o regional, la izquierda se enfrenta a un dilema político esencial: allí donde intente imponer un programa que choque con los intereses capitalistas y el aparato estatal, deberá afrontar el antagonismo junto a los trabajadores o aceptar la realidad de la política burguesa y sus tribunales. El día siguiente a las elecciones, el Tribunal Constitucional anulaba la ley aprobada en el Parlamento Andaluz (una de las escasas medidas progresivas arrancadas al PSOE por IU durante su participación en el gobierno de Andalucía), que abría la posibilidad de expropiar las viviendas vacías propiedad de los bancos. Es, claramente, un aviso de la máxima autoridad judicial española. Además, la crisis ha reducido los presupuestos de las instituciones. Las decisiones fundamentales que tendrán que tomar los ayuntamientos de izquierda, si no quieren defraudar las esperanzas populares, dependen de recursos escasos y son incompatibles con una legislación estatal al servicio de los intereses de las grandes empresas.
Aparecen así los límites del “municipalismo” y el callejón sin salida de la “ruptura democrática”: sin enfrentar el poder capitalista y su Estado, las demandas básicas de la clase obrera, la juventud, y las capas medias y la pequeña burguesía empobrecidas no podrán ser satisfechas. El giro a la izquierda podría ser entonces un episodio pasajero, el régimen podría reconducir la crisis política hacia alternativas reaccionarias. Para evitarlo, no hay otro camino que la estructuración de un movimiento contra la monarquía, el parlamentarismo vacío y los ataques a las condiciones de vida, un movimiento que reúna a las organizaciones populares, a la juventud rebelde, a las incipientes corrientes de oposición en los sindicatos. Después de un año y medio de vida del nuevo partido, tras el curso de moderación y el cuestionamiento de varios de los aspectos del proyecto que podían resultar inaceptables para el régimen, parece claro que Podemos no podrá ser el instrumento político de esa alternativa necesaria. A pesar de los cientos de luchadores y luchadoras que se han organizado en las bases del partido y que constituyen lo mejor del mismo. Esos trabajadores y jóvenes deben ocupar un lugar en la construcción de la alternativa obrera, popular y revolucionaria a la crisis del régimen y del capitalismo. También miles de sus votantes, junto a la izquierda que no participa en el partido.En el actual período de confianza en la unidad de la izquierda, de esperanza en un programa de urgencia social, ese movimiento deberá reclamar su cumplimiento, señalando los límites del mismo. En las luchas y en las urnas. Y comenzar a construir una auténtica alternativa anticapitalista.