Después de capitular ante la UE, el BCE y el FMI el 12 de julio con la firma de un tercer paquete de las más bárbaras medidas de austeridad ligadas a un nuevo rescate de la insostenible deuda griega, después de extender la decepción, la confusión y la indignación entre las masas populares griegas y la rabia entre sus propios miembros, después de una ruptura traumática en su partido y en su grupo parlamentario, Syriza consiguió sin embargo ganar las elecciones anticipadas del 20 de septiembre y resucitó su gobierno de coalición con los nacionalistas de derecha de ANEL (Griegos Independientes).
Plus ça change plus c’est la mêe chose, podría afirmar un comentarista cínico, aunque superficial. Nada es, sin embargo,igual: el gobierno de los mismos socios -Syriza/ANEL- no es el mismo gobierno que el elegido el 25 de enero de 2015, fortalecido entonces con el entusiasmo de la mayoría del pueblo griego y su esperanza en el fin de la pesadilla de austeridad permanente impuesta por la troika de la UE, el BCE y el FMI. Nadie duda ahora de que el nuevo gobierno de Syriza/ANEL pondrá en marcha las órdenes de la UE expresadas en el tercer “Memorándum”. El sistema político no ha sido restaurado ni estabilizado. Al contrario, la masiva abstención sin precedentes (45%, diez puntos más que en las elecciones anteriores) –una abstención particularente fuerte entre la juventud, los desempleados y las áreas obreras que encabezaron el trunfo del NO en el referéndum del 5 de julio- así como el voto a la llamada Unión de Centristas -dirigida por V. Leventis, un conocido cómico de la televisión alternativa- son signos claros de la pérdida de credibilidad del parlamentarismo griego y de una desintegración mayor de un sistema político ya en crisis.
El hecho de que los nazis de Amanecer Dorado ocupen de nuevo la tercera posición entre los partidos parlamentarios es una noticia amenazadora; pero lejos de ser un signo “tranquilizador” para la estabilización política, muestra con claridad la profundización de la polarización social y política, y los peligros que afronta el pueblo. A pesar de que no ha habido un crecimiento espectacular del voto nazi, se ha convertido sin embargo en un factor contrarrevolucionario constante en la vida política. Sus resultados incluso se doblaron en las islas que recibieron la oleada de inmigrantes el pasado verano.
Las fuerzas que se han escindido de Syriza por su izquierda, y que formaron la muy heterogénea y burocrática Unidad Popular, salieron derrotadas en las elecciones ya que no presentaron una alternativa real creíble, solo una promesa vaga de una “nueva Syriza, más coherente con sus orígenes”, y se volcaron a formar un “frente antiausteridad, patriótico, democrático”, basado en el nacionalismo económico, la vuelta a la moneda nacional, el dracma, sin ruptura con la UE ni con el capitalismo. Los votantes prefirieron la Syriza original a su réplica. El fracaso de Unidad Popular para entrar al parlamento intensifica ahora todas las fuerzas centrífugas en esta organización.
El autorreferencial y sectario Partido Comunista (KKE) estalinista no consiguió atraer a las fuerzas que dejaron Syriza, permaneciendo inmovilizado en el 5,5% de los votos.
En general, el KKE y otras fuerzas de la izquierda, incluyendo Antarsya, llamaron a votar solamente por una oposición obrera y popular combativa. El EEK luchó en un bloque electoral con Antarsya sobre la base de un programa de transición por el fin de la austeridad, la ruptura con la UE, la abolición de la deuda, la nacionalización bajo control obrero de los bancos y los sectores estratégicos de la economía, etc, pero insistimos siempre en una lucha por el poder obrero y la unificación socialista de Europa. El bloque EEK-Antarsya ha aumentado los votos y el porcentaje en relación a las elecciones pasadas de 2012 y 2015, sin romper el límite de un marginal 0,8%. Las amplias masas nos ven como organizaciones de combate necesarias en las luchas cotidianas, pero todavía no como una alternativa de poder.
El pueblo griego se concentra, por encima de todo, en la cuestión de qué tipo de gobierno, no solo una fuerza de oposición, podría parar la catástrofe en curso. Y ha elegido, sin mucho entusiasmo ni grandes esperanzas, el mal menor, la Syriza de Tsipras, para evitar una completa restauración revanchista del desacreditado viejo régimen corrupto de la derechista Nueva Democracia.
Será un gobierno más débil -y, por esa razón, muy peligroso-, atado a las órdenes de la UE y la clase dominante griega para implementar el más salvaje programa de austeridad sobre un pueblo devastado, en condiciones de rápido empeoramiento de la crisis capitalista mundial.
Las batallas más importantes están ante nosotros.
20 de septiembre de 2015